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La crisis climática, nuestra impotencia y la falta de respuestas nos impide responder a las preguntas de los niños. Además, tenemos miedo de preocuparles y provocarles "ansiedad ecológica". Laelia Benoit, psiquiatra infantil e investigadora de la Facultad de Medicina de Yale, nos da las claves para hablarles de esta cuestión.

Averigua qué te incomoda sobre el cambio climático

A la hora de hablar a nuestros hijos del cambio climático, nos preocupa contagiarles ansiedad y, sin embargo, es nuestra propia ansiedad la que nos frena. Nos sentimos impotentes porque es una cuestión con connotaciones de muerte: la desaparición de nuestro planeta, su ecosistema y sus recursos. También nos obliga a afrontar nuestra propia mortalidad: ¿Qué edad tendré en 2050? ¿Qué pasará con mis hijos cuando yo no esté? La ansiedad provocada por la pandemia de COVID-19, la guerra de Ucrania y el último informe del IPCC, junto con los preocupantes titulares de prensa, nos lleva a mirar para otro lado. Y sin embargo, es precisamente la falta de acción lo que provoca ansiedad en los adultos. La función del estrés es hacernos actuar: en cuanto pasamos a la acción, nos sentimos menos culpables.

Háblales de todo, pero con sus palabras

Los niños pueden entenderlo todo, incluso un tema tan complejo como la crisis climática, si se les explica con claridad y con palabras que puedan comprender. Un niño de cinco años ya ha experimentado el sentimiento de pérdida y entiende el concepto de ayudar. Saben cómo poner su granito de arena y ayudar. Partiendo de estos dos sencillos conceptos, podemos explicarles cómo ayudar al planeta con pequeños gestos cotidianos. "La luz y el agua no son recursos inagotables." Pedimos mucho a nuestro planeta y lo que recibimos a cambio es muy valioso. Además, tenemos que compartir el agua y la luz con todos los habitantes del mundo para que todos podamos vivir lo mejor posible. Por encima de todo, los niños quieren que se les hable con claridad; dejarles en la oscuridad es lo que crea ansiedad.

Explica los motivos del cambio climático para que lo entiendan mejor

"Apaga la luz; no dejes el grifo abierto; echa eso en su contenedor; no malgastes papel; dibuja en papel viejo..." Es difícil entender las órdenes y obedecerlas si no se acompañan de una explicación. Al igual que los adultos, los niños necesitan saber por qué se les pide que hagan algo. Lo mejor es explicar el motivo y el impacto del comportamiento ecológico. "No hay que tirar nada a la calle porque acabará contaminando el suelo. Un pañuelo de papel tarda tres meses en descomponerse en la naturaleza, un chicle, cinco años y una bolsa de plástico, 450 años." Es entonces cuando puedes pasar a una nueva fase de la educación: buscar información sobre ecología con tu hijo, explicaciones sencillas con imágenes que muestren cómo funciona la electricidad y cómo y por qué reciclamos, por qué compartimos nuestros recursos e intentamos no desperdiciarlos. De esta manera, estamos enseñando a nuestros hijos a buscar respuestas, a tomar decisiones conscientes y a no dar nada por sentado. Hay muchos libros sobre el cambio climático dirigidos al público infantil que recomiendan gestos prácticos. Un ejemplo es Desde el origen del cambio climático hasta ahora: mi primer libro de ideas para salvar el planeta (a través del tiempo), de Catherine Barr y Steve Williams. Sitios web como climatekids.nasa.gov y algunos juegos de mesa son también de gran ayuda para tratar con ellos esta cuestión. Terrabilis es un juego parecido al Monopoly pero en clave sostenible, aunque de momento solo está disponible en francés.

Céntrate en gestos con impacto ecológico que puedan realizar a su edad

Antes de los 12 años, los niños no entienden las ideas abstractas y les cuesta comprender la noción de causa y efecto. Por eso, debes presentar información que le resulte familiar a ellos y centrarte en datos concretos. Si dices que la familia va a comer menos carne, explícales el motivo: "Cuando las vacas eructan liberan metano, que es un gas de efecto invernadero que contribuye al calentamiento global. Además, si todos comiéramos menos carne, una vaca podría alimentar a 200 familias en lugar de a 30." Procura no hablarles de causas y efectos a gran escala (grandes empresas, industria alimentaria, etc.) porque no entenderían nada. Puedes valerte de un parque para explicar las amenazas a nuestro medioambiente (la hierba amarillea y se seca cuando hace mucho calor, pero puedes devolverle la vida con un poco de cuidado; las abejas y las flores son importantes, etc.).

Empodérales para fomentar su conciencia ecológica

Plantar hortalizas, cuidar el césped o hacer compost con lombrices son ejemplos concretos del ritmo lento de la naturaleza y de cómo cuidarla. También podéis participar en acciones colectivas en tu localidad, como recoger basura, plantar árboles y crear espacios aptos para las abejas. Así, los niños se darán cuenta de que pueden tener un impacto positivo en su entorno local.

Actuar, pero sin culpas

Es importante tener conciencia social e inculcársela a nuestros hijos. No todas las familias pueden permitirse dejar el coche en casa y comprar cinco billetes de tren cuando se van de vacaciones. Explica que cada uno hace lo que puede según su situación. De este modo, no desprecias a otros menos afortunados. Puedes seguir explicando a los niños cómo compensar comportamientos menos sostenibles: "Vamos a coger el avión, pero el resto del año comeremos menos carne, así compensamos las emisiones de carbono". Lo peor es hacer sentirles que no pueden hacer nada: "Como vivo en un piso, no tengo jardín, por lo que no puedo hacer compost ni plantar árboles. ¿Qué puedo hacer yo?" Si se sienten impotentes, es probable que no quieran volver a oír hablar de ecología.

Texto: Amandine Grosse
Ilustración: © Lucile Merveille
Traducción: Simon Thurston
Artículo de SÓLIDO, para familias que apuestan por un estilo de vida más sostenible - Revista MilK magazine x Mustela